Pues yo no lo veo

Mucho se ha escrito ya sobre las dificultades con que niños y niñas con altas capacidades y sus familias se encuentran en nuestro país a la hora de conseguir una educación satisfactoria que atienda sus necesidades reales de aprendizaje. Así pues, el objetivo de mi artículo no está en redundar en lo ya dicho sino en intentar reflexionar sobre el porqué se dan estas dificultades y lanzar algunas preguntas al aire sobre lo que se debería hacer para abordar esa problemática.

Cabe, en primer lugar, un ejercicio de contextualización y de aproximación a la realidad del día a día. La de familias y niños que topan una vez tras otra con el muro de unas instituciones educativas que administrativamente, es decir, sobre el papel, reconocen al alumnado unas altas capacidades que requieren de una atención educativa especial, pero que son incapaces de traducir estas buenas intenciones en prácticas educativas reales. Estos trámites administrativos suelen ser ejecutados por equipos de asesoramiento psicopedagógico que dejan constancia en el expediente del alumno de estas características cognitivas.

Este trámite se suele producir generalmente previa insistencia de la familia y, en muchas ocasiones, a remolque del informe realizado anteriormente en algún centro privado de atención psicopedagógica. Este hecho ya suele levantar ampollas en algunos especialistas que lo viven a modo de intrusismo profesional y que, por tanto, se miran el informe con el único propósito de echarle agua al vino. No buscan en él el potencial que pueda tener el alumno sino como rebajar las expectativas de la familia, como negar altas capacidades y solo atribuir algún talento y, finalmente, hacer uso del comodín, ese que te permite ganar la partida cuando todo hace pensar que la vas a perder, y les empiezan a las familias con el tema de la motivación, que han hablado con el profesorado y que cuentan que el crío tiene potencial, no lo niegan, pero que le falta motivación, que se olvida los deberes, que hace faltas de ortografía, que es un desastre y que en el último examen tampoco sacó tan buena nota.

Aún así, finalmente, las familias consiguen que haya un informe que dé constancia de las capacidades del alumno y !ay¡ vagamente, insulsamente de algunas propuestas metodológicas de trabajo en el aula. Y en muchas ocasiones, demasiadas ocasiones, aquí se termina el recorrido de la demanda de atención educativa.

La pregunta que deberíamos hacernos todos es ¿por que? ¿porque después de detectarlos (ignoremos los periplos por los que se haya transitado) no somos capaces de proporcionarles una educación que atienda a sus necesidades?

Es evidente que esta pregunta tiene muchas posibles respuestas y muy probablemente todas tendrán una parte de razón: que si falta de formación del profesorado, que si falta de recursos económicos y humanos, que si falta de horas del profesorado para preparar la infinidad de adaptaciones que requiere el alumnado de su aula… Pero si eso fuera cierto y solo ese fuera el problema tendríamos la solución al alcance, más formación, más recursos y más horas para el profesorado. Aun así, en un ejercicio prospectivo que solventara todos esos inconvenientes creo que seguiríamos sin resolver el sempiterno problema de la atención del alumnado con altas capacidades, el archiconocido argumento del “pues yo no lo veo” tan habitual en  conversaciones en la sala de profesores que entre todos deberíamos empezar a desterrar.

Ese argumento, el del “pues yo no lo veo”, puede ser consecuencia de una falta de formación, cierto, de aquel que no tiene el conocimiento necesario sobre el tema. Y aquí me detengo para manifestar, en un ejercicio de honestidad, que yo tampoco lo veía, que tampoco conocía qué era aquello que tenía que reconocer en el alumnado con altas capacidades, como no fui capaz nunca de verme a mi mismo. Esa parte de profesorado, con formación los acabará viendo, porqué no los veía igual como el miope no ve lo que pasa a su alrededor si no usa las gafas.

Mi preocupación está en el profesorado que atribuye a su visión la omnipotencia de verlo todo y que, por tanto, cuando dice “pues yo no lo veo” no da lugar a que pueda pasar y él no lo vea, sino que da por descontado que si él no lo ve es porque no es y punto.

¿Se puede decir ya que a esa gente no la cambiamos con formación, ni recursos, ni más horas de exclusiva? ¿Se puede uno preguntar ya a qué se dedica la inspección educativa? ¿Se puede decir ya que no deberían ser maestros?

4 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Ivana dice:

    Síempre será más fácil detectar cuando las capacidades del pequeño salten a la vista como en el ámbito musical, matemático…, lo realmente difícil para el docente desinformado es captar una posible superdotacion a través de un niñ@ hiperreactivo, que huye de ruidos, deportes de contacto y q si tiene algún amigo seguramente es alguien tan peculiar cómo el con el q se sentirá agusto porque puede mostrarse tal cual es sin camuflar su forma de estar en el mundo. Ojalá estos profesores detecten a tiempo antes de que lleguen las somatizaciones, los miedos irracionales, la baja autoestima y el dejar de sonreír en las fotos a tan corta edad.

    Le gusta a 2 personas

  2. Elruglo dice:

    Los mismo que hemos leído desgraciadamente demasiadas veces pero explicado de una forma limpia y demoledora. Simplemente si eres un profesional de la educación te “debería” hacer pensar 🤔.

    Felicidades y gracias por escribirlo

    Le gusta a 1 persona

Deja un comentario